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jueves, 10 de septiembre de 2020

CURIOSIDADES DEL TURISMO CUBANO Un fundidor de los Leones del Prado Por Roberto F. Campos

 

CURIOSIDADES DEL TURISMO CUBANO

Un fundidor de los Leones del Prado

Por Roberto F. Campos

FOTOS: El Autor

FOTOCOPIAS: Archivo de la familia

 

UN FUNDIDOR PARA LOS LEONES DEL PRADO

 

    Los Leones del Prado en La Habana, la capital de Cuba, constituyen hoy atractivo para muchas personas, nacionales como extranjeros que se fotografían junto a ellos, sin embargo desconocen a sus obreros.

  Y es el caso de que tal novedad la aportó recientemente la familia de uno de los fundidores, quien trabajara la primera de las ocho piezas que se exhiben en ese lugar.

  Sobre el particular Roberto Vizcón Toledo (rovizto@gmail.com) escribió a este periodista para aportar información, desconocida hasta este momento sobre el asunto.

   Recordó que su abuelo Emilio Vizcón Hernández fue uno de los fundidores de las piezas, e incluso trabajó en Los Venados de la escultura que recibe a los visitantes del Zoológico de 26, también en La Habana (obra de la famosa escultora cubana Rita Longa).

   El remitente es nieto de Emilio Vizcón Hernández (1883-1981) y biznieto de Diego Vizcón Valdés (1853-1895), este último quien fuera trompeta del ejército español en Cuba.

   Emilio Vizcón Hernández integró la segunda generación de ese apellido (Vizcón) en Cuba junto a dos hermanas.  En la actualidad se cuenta con un total de 82 descendientes de apellido Vizcón, aunque una parte de ellos ya murieron o viven en los Estados Unidos.

   Pero apuntemos a la figura que nos interesa, Emilio Vizcón Hernández, el fundidor. Era un hombre con una estatura de 1,58 metros y 50 kilogramos de peso.

   Vivió de 1883 a 1981. De joven su pelo fue rubio color oro y sus ojos azules, carácter afable, muy sincero y de buen corazón, le caracteriza su familia.

   Comenzó como obrero aprendiz con 12 años de edad en el taller de mecánica luego de la muerte de su padre, pero fue enviado  hacia la fundición el mismo primer día de trabajo.

   El destino hizo esta movida pues el taller de mecánica al cabo de unos meses experimentó una gran explosión que provocó entonces pérdidas de vidas humanas, recuerda el nieto. 

   Emilio muy pronto se desempeñó bien en el taller de fundición que le fue totalmente atractivo profesionalmente, tenía una gran  motivación, hiperactividad y juventud lo cual hizo le apodarán como bichile (doble picante). 

   Emilio fue fundidor de oficio en talleres de fundición, durante 70 años. Su aprendizaje fue autodidacta, no cursó estudios escolares después del tercer grado de enseñanza primaria y trabajó en Talleres de Obras Públicas, en algunos contratos relevantes del país hasta 1950.

   También laboró en diferentes factorías, entre ellas la Fundición de Raúl Sánchez (su aprendiz) de 1933 a 1944, y en Fundición Habana situada en las inmediaciones de las Calzadas de Concha y Luyanó (1944-1947).

   Mientras Emilio trabajó en Obras públicas (como Maestro Fundidor) tuvo una etapa como financiero de la junta del sindicato de trabajadores ferroviarios y metalúrgicos en algún momento (1920-1929).

  Comenta su familiar que la destacada escultora cubana Rita Longa le apreciaba mucho por su profesionalidad.

   La propia escultora se lo manifestó a Emilio en los años que trabajaron juntos, en conversación personal y también expresada a su nieto mientras trabajó en una obra suya, Leyenda de Canimao, en la Universidad de Matanzas, alrededor del año 1985.

   Los talleres de Obras Públicas asumieron entonces las obras de los ocho leones del Prado durante 1928 a 1929. Este trabajo comenzó antes de que Emilio recibiera el encargo, pues quienes iniciaron las tareas fracasaron en el intento.

   Emilio cambió todo lo necesario y logró que se fundiera el primero de los Leones con una excelente calidad.

   Sin embargo, su alegría por la hazaña le hizo ofrecer el día libre a los fundidores que participaron, y ello provocó discrepancias con los administrativo, lo que le llevó a renunciar y quedar sus labores solo en el primer león de los ocho del Paseo.

  Emilio trabajó en los talleres de Fundición Habana (Calzadas de Concha y Luyanó), como maestro fundidor y atención de aprendices (1944-1946).

   También estuvo en talleres de Obras Públicas donde tomó parte en la obra Familia de Venados del Zoológico de la Avenida 26 en la Habana (1947).

   Esto se puede constatar -insisten las fuentes- en un artículo de la época, en la revista cubana Bohemia. (Escultura de Rita Longa). Reseñan su presencia en los talleres de Obras Públicas para la obra Virgen del Camino en la Habana (1948-49), escultura de Rita Longa.

   Además, en esa misma factoría acometió El “Niño y el Pelícano en la Flor de Agua (1950-1953) en el mencionado zoológico, escultura de Jilma Madera (autora también del Cristo de la Habana).

  Comenta el informante, que el fundidor fue contratado dos veces en los Estados Unidos por estancias cortas, la primera en 1915 y la segunda de 1920 a 1925, para realizar trabajos de plantillería en Yeso necesarios en la fundición de metales. 

  De 1933 a 1944 laboró en talleres de fundición en Luyanó, barrio habanero, donde tuvo aprendices importantes.

   Entre sus alumnos estuvieron Raúl Sánchez (fundió la figura en bronce del cine Payret de la Habana), y otro Maestro fundidor de la Escuela de Oficios de la Habana, acometieron dos monumentos, una estatua de Colón ubicada en la Florida, Estados Unidos, y otra pieza en Haití.

  Recuerda la fuente que el matrimonio y sus primeros hijos vivieron en la calle San Francisco, cercanías de la esquina de Infanta y Carlos III (Salvador Allende).

   A partir de 1929 a 1930 la familia vivió en la calle Macedonia 14 del Cerro, y totalizaron ya en 1938 ocho hijos, viviendo en Luyanó.

   Por demás, llegó a tener un taller de fundición y herrajes que se registró al triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y funcionó como tal hasta 1968 (Santa Ana 18, Luyanó).

  Sin embargo, uno de los legados más importantes de este obrero fundidor cubano fue el primer León del Paseo del Prado (que específicamente no se conoce cuál de ellos es), Los Venados del Zoológico de 26 y la escultura de La Virgen del Camino.

  Esta información sobresale de las propias notas escogidas de la biografía de Emilio Vizcón Hernández, recopiladas por su nieto Roberto Vizcón Toledo, quien envió los datos a este periodista.

  El propio Vizcón Toledo nació en La Habana el 28 de diciembre de 1951 y realizó estudios de ingeniero mecánico en la actual Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echevarría (CUJAE), graduándose en 1976.

  Para 1982 trabajó como Decano de la Facultad de Ingeniería Mecánica del Centro Universitario de Matanzas (occidente), donde labora en la actualidad (cumplió diferentes cargos técnicos y científicos).

   Otros mensajes al respecto señalan, sin mencionar fuentes, que el maestro fundidor de los Leones del Prado fue Juan Comas Masique, quien trabajaba el bronce, y se retiró en los años 50 del pasado siglo a vivir en la ciudad de Moa, en el oriente del país.

  Se trata de carpetas de datos interesantes que rescatan la memoria de quienes pusieron su granito de arena en la cultura y el turismo de este país, en este caso mediante figuras broncíneas del tan mencionado Paseo del Prado de La Habana, y sus Leones.

 

LA MEMORIA DE COMO SURGIÓ EL PRADO Y SUS LEONES

 

   Los Leones del Prado de La Habana, capital de Cuba, significan poesía, turismo e historia distribuidos por una avenida con mucho para contar, atractivo hoy para viajeros de todo el mundo.

   Los libros y memorias de historiadores remarcan a los artistas principales, pero sus obreros solo quedan en la memoria de los familiares, de ahí que rescatemos nombres como el de Emilio Vizcón, mencionado como fundidor del primer león del Paseo del Prado.

   Sin embargo, para quienes carecen de detalles acerca de tales Leones, es importante tener en cuenta notas tradicionales al respecto, su historia y la manera que ese Prado creció.

   Un lugar verdaderamente hermoso que pese al transcurso del tiempo sigue con los mismos valores, además de conservarse lo mejor posible, y servir de escenario turístico por antonomasia.

   Por ese Prado y sus leones, transitan constantemente muchas personas, y pese a conocerlos no dejan de admirarlos, cuando los niños son precisamente quienes se acercan con mucha frecuencia a dichas figuras.

   Un lugar casi mágico de La Habana, capaz de atrapar miradas y la manipulación de una cámara fotográfica para guardar recuerdos de uno de los paseos más singulares de Cuba.

   Es un Paseo como pocos, arbolado, representativo para el turismo de este país que destaca sobre todo por valores históricos, como los atesorados en sitios como este.

   Se trata de una serie de figuras enclavadas en el Paseo del Prado, uno de los más cosmopolitas de la isla, muy retratados de superlativa imagen propia.

   Este periodista recibió recientemente correos sobre el particular, de familiares de quienes laboraron en tan significativa obra, en particular el primer fundidor.

   Durante años, turistas de todo el mundo quedaron impactados por siluetas de bronce muy interesantes que acaparan la atención por su carácter, belleza y poesía: los leones del Prado.

   Siempre con mirada agresiva y rugir que se podría escuchar con un poco de imaginación, estos leones constituyen escenario propicio para una foto familiar, o simplemente para enmarcarlos en hoteles del derredor como el Parque Central, Telégrafo o el Sevilla.

   Los historiadores recuerdan que a fines de 1700 las autoridades coloniales españolas adoptaron un programa de obras públicas con la finalidad de otorgar un brillo particular a la villa de San Cristóbal de La Habana, fundada en 1519 (ahora con 500 años).

    Además, luego de varios devaneos, finalmente la urbe había obtenido el rango de capital de la Isla y se merecía un trato arquitectónico especial. Las primeras renovaciones incluyeron dos alamedas o paseos, sumadas al primer teatro y un palacio de gobierno.

   Una de ellas, resultó extramuros (Muralla de La Habana, creada para la protección contra ataques de piratas), concebida para paseos vespertinos de carruajes.

 

UN PASEO INIGUALABLE

   Por lo tanto, el nuevo Paseo se extendió por un kilómetro entre dos puertas de la Muralla y consistió en dos hileras de árboles, bautizada entonces como Nuevo Prado.

   Ya a fines del siglo XVIII el Prado constituía un escenario propicio de la sociedad habanera, reforzada su imagen al término del siglo XIX.

   Crecieron modernas viviendas alrededor y en 1928 recibió un nuevo empuje con bancos de mármol, luminarias, copas y su más importante agregado: los leones con bronce de viejos cañones.

   El Paseo del Prado se nombró posteriormente Martí, en honor al héroe nacional cubano José Martí (1853-1895), pero siempre se le mencionó con la primera denominación.

   Por demás, El Paseo del Prado tuvo varios nombres: Paseo del Prado, Alameda de Extramuros, Alameda de Isabel II, Paseo del Nuevo Prado, Paseo del Conde de Casa Moré y Paseo de Martí, nombre oficial.

   El Paseo lo componen la propia avenida, el Parque Central, la Explanada del Capitolio y la Plaza o Parque de la Fraternidad, aunque muchos piensen que es solo la parte de los bancos y leones.

   En el Paseo hay ocho estatuas con figuras de leones. Estas figuras fueron fundidas con material de los cañones que anteriormente protegieron la ciudad de los corsarios y piratas, tal y como lo reseñan historiadores.

   Durante la etapa después de 1900 se comprobó esas piezas de artillería ya no eran necesarios y se fundieron para crear las esculturas. En 1928, la presidencia de Cuba en ese entonces encargó esta tarea al escultor francés Jean Puiforcat y al también escultor cubano, y experto fundidor de bronce, Juan Comas.

   Y como obrero del primer león resultó Emilio Vizcón Hernández, un habanero de pura cepa, que laboró por demás en muchas obras insertadas en forma permanente en la memoria, la cultura y las tradiciones de esta nación.

/rfc

 

 

 































 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Este artículo es sin duda una muestra de cómo el periodismo profesional contribuye al rescate de nuestra historia y combate el olvido. Gracias Roberto Francisco Campos Menendez.

Anónimo dijo...

Excelente escrito donde refleja el arraigo a nuestras tradiciones pero sobre todo la esencia y profesión de Emilio Vizcon... Que siendo autodidacta pudo enseñar, dedicar y avanzar en la profesión de fundición al mismo tiempo su familia crecía con las ancias de seguir su legado. Historias como estas llenan de orgullo a la historia de Cuba porque de manos obreras y cubanas haya surgido tan hermosa belleza que nuestras generaciones persiben cada día. Felicidades y estamos orgullosos de pertenecer a esta gran familia de los Vizcónes que de seguro continuaremos su legado imperecedero.

Anónimo dijo...

Agradecemos en nombre de los familiares que fundieron estas obras -Leones del Prado y otras- el que su esfuerzo ha quedado reconocido para el presente y futuras generaciones. Yo como familiar suyo, conocí estas historias contadas por el propio Emilio en sus 90 años

Anónimo dijo...

Le doy gracias a Roberto Francisco Campos por recopilar datos de tan importante obra y a mi hermano Roberto por contribuir a esta información,destacando la participación de mi abuelo Emilio Vizcón Hernández como fundidor de los Leones del Prado.

Anónimo dijo...

Mi abuelo Emilio Vizcón Hernández, también fue el maestro fundidor en bronce de otras 3 Obras escultóricas, a saber:
De Rita Longa; Venados del Zoológico y La Virgen del Camino
De Jilma Madera;El niño y el Pelícano (Zoológico habanero)
De ....; Estatua de Colón (Florida de EU)

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