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sábado, 29 de septiembre de 2007

“Tener un chino detrás”, tradición y cementerio







Por: Tino Manuel

Cuando los cubanos comentan “tienes un chino detrás” refieren una suerte de malos momentos, sin embargo, tal alusión constituye hoy resumen de historia, tradición y hasta un cementerio muy singular.
Esta frase, además se complementa con algunas versiones, entre las cuales señalan que a los chinos los entierran de pie. Sin embargo, ficción, tradición oral y presencia de chinos en Cuba aparte, existe una riqueza espiritual muy fuerte.
La nacionalidad cubana, por ejemplo, consiste en la fusión, en primer plano, de españoles y africanos, pero le siguen la mezcla con chinos, alemanes, judíos y franceses.
Por lo tanto, los chinos significan algo especial en la genealogía de los habitantes de esta Isla y su cementerio, modesto, pequeño y en una ruta que bien pudiera ser turística, representa tema de atención para muchos viajeros del mundo.
Algunos expertos recuerdan que Cuba es muy pequeña, ínfima, en comparación con China de donde llegaron sus primeros emigrantes en junio de 1847, hace 158 años. Se trataba de culíes contratados para sustituir a esclavos africanos.
Los historiadores registran entonces dos procesos inmigratorios en el siglo XIX y un tercero en el siglo XX, convirtiendo a la mayor ínsula caribeña en asentamiento de la mayor colonia china en América.
Los chinos se adaptaron perfectamente a Cuba y a su contexto sociocultural pese a condiciones adversas y distintas, pero pudieron reconstruir sus tradiciones mediante asociaciones desde finales del XIX hasta el XX.
Aparecieron farmacias, teatros, hogar de ancianos, bancos, periódicos y, no podía faltar, un cementerio.
Aunque en la actualidad solo quedan unos 400 chinos ancianos, de ese grupo primigenio, cada día se rescatan sus costumbres y el Barrio Chino de La Habana florece y se repleta de turistas, sobre todo europeos y asiáticos.
El cementerio chino (en la actualidad Avenida 26 y Zapata, en Nuevo Vedado) fue construido por el arquitecto cubano Isidro A. Rivas.
Los iniciales enterramientos de chinos fueron en el cementerio de los ingleses, donde ahora se encuentra Colón, el más importante de Cuba.
Para el 11 de diciembre de 1882, el primer cónsul chino en esta capital, Liu Lia Yuan, inicio las gestiones oficiales para construir el primer camposanto chino, refieren los historiadores.
La iglesia católica se interpuso y ello provocó que el permiso solo se concediera otros 11 años mas tarde, el 20 de mayo de 1893.
El costo llegó a 23 mil 700 pesos en un terreno propiedad de Federico Kohly y su superficie era de nueve mil metros cuadrados. Finalmente apareció en octubre de 1893.
Ahora ocupa ocho mil 198 metros cuadrados, divididos en cuatro cuadros irregulares que representan el cielo, la tierra, el mundo de los vivos y el de los muertos.
Allí se plantan obeliscos, capillas, nichos, bóvedas y falsas bóvedas, conocidas como muritos chinos; fosas excavadas en la tierra coinciden con los enterramientos.
Destaca allí la escultura de San Fancón, ejemplo ineludible de la transculturación religiosa entre chinos y cubanos. En ese interesante lugar solo pueden ser enterrados chinos, sus cónyuges y descendientes hasta segunda generación.
De cualquier manera, es un lugar que enriquece el panorama para visitantes de todo el mundo en viajes culturales y con la intención de conocer mejor a los cubanos, aunque muestra signos de desatención este lugar declarado Monumento Nacional cubano.
rfc/

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