Fuente de la India y Capitolio al fondo, antes de comenzar los trabajos de mantenimiento |
Por Roberto F. Campos
La Habana, 29 ago 2017.Por estos días de mucho
calor en esta capital, centenares de viajeros de todo el mundo se agolpan en
las afueras del Capitolio de La Habana para tan siquiera tomar alguna foto.
El
inmueble, que pasará luego del mantenimiento total, a sede del Parlamento
Cubano (Asamblea Nacional del Poder Popular) exhibe ya una limpieza apropiada,
pero aún su cúpula queda rodeada de una red de andamios para terminar los
arreglos.
Sin
embargo, su parecido con el de Washington (intención de los constructores en
los orígenes) y la belleza del espacioso escenario, sin dudas tiene un
atractivo muy especial, tanto entre los cubanos como entre la multitud de
turistas que en la actualidad está en esta villa.
Y no
es solo por la silueta, los arreglos, o la magia de salones que por el momento
están ocultos a los visitantes, sino que siempre esta estructura deparó a los
que la observan un atractivo inexplicable, quizás por tanta historia acumulada.
Definido
como una edificación típica del turismo cubano, El Capitolio de La Habana
constituye especie de mito, cuando viajeros de todo el mundo buscan tomarse una
foto frente a su escalinata.
Con su
cúpula marcando la silueta de una urbe moderna y cosmopolita, además posee el
lugar un brillante indicador del kilómetro cero de las carreteras del país,
símbolo del desarrollo del transporte (o una réplica).
Destinado
en sus orígenes al Congreso de la República luego fue sede del Ministerio de
Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), convertido desde sus inicios en
uno de los edificios más representativos de la capital cubana.
El
inmueble ocupa una superficie de 388 mil 700 metros cuadrados entre las calles
Paseo del Prado, Dragones, Industria y San José, y fue inaugurado el 20 de mayo
de 1929 (hace 88 años).
Precisamente
a su alrededor destaca lugares de interés para turistas como es el caso de la
Real Fábrica de Tabacos de Partagás, el Parque Central, La Fuente de La India, y
el Paseo del Prado o José Martí (en honor al Héroe Nacional Cubano), y ahora el
hotel más lujoso del país el Gran Manzana Kempinski.
Como
nota curiosa, su construcción duró tres años, dos meses y días, y las obras
fueron dirigidas por el arquitecto Eugenio Raynieri Piedra. En esa edificación
participaron ocho mil personas y el valor total llegó a 17 millones de pesos,
todo un alto costo para su época.
Los
historiadores recuerdan que hasta finales de los años 50 del pasado siglo
funcionaron las Cámaras de Representantes del Senado en ambas alas del
edificio.
Cúpula,
escalinata y jardines constituyen toda una postal de La Habana. Las dos
imágenes en bronce que custodian la entrada principal resultaron obra del
italiano Ángelo Zanelli. La escultura de la izquierda significa el trabajo y la
de la derecha la virtud tutelar.
Sin
embargo, el interior también asombra a los visitantes, pues luego de ascender
los 55 peldaños de la escalinata inicial descubren maravillas: tres grandes
puertas, también de bronce, con 10 cuadros de bajorrelieve con la historia
nacional representados.
Acto
seguido se llega al sitio más conocido mundialmente: El Salón de los Pasos
Perdidos, con estilo ecléctico y al centro el brillante que marca el kilómetro
cero de las carreteras de Cuba. En ese mismo salón se encuentra la estatua de
la República –también obra de Zanelli- (49 toneladas y 17 metros).
Otros
son los encantos añadidos como los salones Baire, Bolívar, Baraguá, Yara,
Jimaguayú, Martí, el Hemiciclo Camilo Cienfuegos, o las Escaleras del Honor,
referencias a celebridades, sitios de historia de la Isla y la América.
Adornado con galerías donde se imponen figuras, mármoles, espejos
venecianos, maderas preciosas como la caoba, siluetas estilo rococó, a partir
del renacimiento italiano o la Francia napoleónica, indudablemente su belleza
obliga a la meditación, de ahí su inefabilidad al mirarla y retratarla.
/rfc