La Habana Vieja, Cuba
La soledad de la Plaza de Armas
Por Roberto F. Campos
La Habana Vieja está desolada por la Covid-19. La pandemia destapó un panorama poco usual para escenario ten cosmopolita, por donde centenares de personas de todas partes del mundo pasaban a diario, y sobre todo de abril a noviembre de cada año, por ser la temporada alta del turismo extranjero.
Ahora algunos perros o gatos se muestran sorprendidos por la falta de niños correteando, o de transeúntes moviéndose por el lugar.
En particular la Plaza de Armas y su derredor, los bancos, los árboles, todo ello tiene una coloración particular, realzada por los días nublados de este momento, como ocurrió en un fin de semana que le visitara.
Pero debemos recordar, la Plaza de Armas constituye punto eje de La Habana fundada en noviembre de 1516, ahora muy cerca de sus 501 años (16 de noviembre).
Su trazado evoca el de las plazas fortificadas de la Europa medieval. En su perímetro se ubicaban las sedes de las autoridades civiles y militares en la época colonial, y la iglesia parroquial de la Ciudad.
La primera plaza existía junto al litoral desde el asentamiento definitivo de la villa; se conocía como "de la Iglesia" y sus funciones eran comerciales y públicas.
Inicialmente se situaron a su alrededor las casas de los principales vecinos. Se trataba de una pequeña área ocupada junto a la bahía, con construcciones sobre todo de madera, yagua o guano, en la que se concentraban las más elementales funciones que había por entonces.
Por uno de sus lados, esta plaza abría hacia la bahía para facilitar las labores de desembarcadero y muelle, de manera que anticipaba una de las disposiciones establecidas para las ciudades portuarias coloniales.
Mencionemos entonces la plaza junto al embarcadero, abierta al mar por uno de sus flancos. La construcción del Castillo de la Real Fuerza, iniciada en 1558, ocupó gran parte de esta plaza primitiva e incluyó en su diseño un amplio espacio abierto en torno al castillo, una plaza de armas propiamente dicha, que serviría para proteger a los vecinos y bienes en caso de peligro.
A fines del siglo XVI adquirió su forma definitiva, entre La Real Fuerza y la antigua Parroquial Mayor. Luego de la construcción de la Real Fuerza se destinó a ejercicios militares y se nombró Plaza de Armas, con lo cual perdió su carácter público.
En la Plaza de Armas se puede apreciar el complejo monumentario El Templete, construido en 1828 en el sitio que se supone se celebraron la primera misa y el primer cabildo en La Habana en 1519.
Desde 1955 la estatua del Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, obra del artista cubano Sergio López Mesa, ocupa el pedestal donde se encontraba la del monarca español Fernando VII y le da nombre a la plaza.
La Plaza es en la actualidad un cuadrilátero abierto, de regulares dimensiones, sombreada por árboles y con bancos de piedra, pequeñas fuentes y una escultura de mármol en su centro.
Sin embargo, nunca pensé verla vacía, con sus bancos sin personas, regodeada en un intimismo poco habitual que ojalá no dure mucho.
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