Esquina del Sloppy y edificio |
Cristales grabados en la actualidad |
Esquina del actual Sloppy |
Fotos: El Autor, e imágenes antiguas bajadas de Internet
La
Habana. Sábado 6 de Abril de 2013. Un bar renombrado de La Habana pudiera
tener su segunda historia, el Sloppy Joe's Bar, frecuentado en los años 20 a 50
del pasado siglo, sobre todo por artistas estadounidenses.
Luego de un fallido intento de reabrirlo en
diciembre pasado, ya dan los toque finales para en breve permitir el paso a los
turistas, sobre todo muchos viajeros llegados de todo el mundo.
QuintaEsencia accedió este fin de semana a
tomar algunas imágenes de su exterior y parte del interior que pueden interesar
a los lectores de este blog.
Oportunamente, la compañía turística
Habaguanex, que atiende la recreación en la zona más antigua de la capital
cubana, anunció su próxima reapertura, luego de una remodelación capital;
detrás de esta noticia existe toda una leyenda.
Ubicado en la calle Ánimas esquina a
Zulueta, a una cuadra del céntrico Paseo del Prado (hoy Martí), el Bar Sloppy
tiene una historia poco común.
Esa casa de bebidas abrió en 1917 y tiene su
especie de par en Cayo Hueso (Estados Unidos), en las calles Greene y Duval.
Aunque realmente son muy distintos.
Fundado en los años 20, según algunos
historiadores, aunque otras fuentes lo señalan de 1937, el de Tampa tuvo como
dueño original a Joe Rusell, íntimo amigo del escritor estadounidense Ernest
Hemingway y quien –se dice- le trajo por primera vez a aguas cubanas en su yate
Anita, que empleaba para el contrabando de alcohol.
Un
bar entre charcos sucios
Sin embargo, de acuerdo con las fuentes
históricas y entendidos, el de La Habana constituye el más interesante a partir
de otro Joe, quien en realidad se nombraba José, pues era español.
Postal de la etapa anterior del bar |
Joe vino de España a Cuba en 1904; su nombre
verdadero era R. José Abeal. Al llegar a esta Isla trabajó como dependiente por
tres años en un bar de las calles Galiano y Zanja, según reza en un folleto
publicitario de la época.
Era un español aventurero, viajante en barco
a New Orleans,
Louisiana,
después de abandonar su trabajo en La Habana. En los Estados Unidos continuó
laborando como barman seis años y vivió en Miami.
Cuentan que en 1918 regresó a la capital
cubana y consiguió
trabajó
como cantinero en el café Greasy Spoon (La Fonducha); seis meses más tarde
decidió montar su propio negocio.
Puerta principal en la actualidad |
Pero existe una contradicción, pues algunos
documentos señalan la apertura del Sloppy en 1917 y, sin embargo, el folleto
promocional cuenta la llegada de José a Cuba en 1918... asuntos de leyendas.
La historia continuó cuando José, ya
convertido en Joe por su
estancia
norteamericana, compró un supermercado desvencijado en la esquina que ocuparía
su bar, pero resulta que el sitio era bien sucio, con encharques de agua.
Joe operaba el local como un almacén y
recibió varias visitas de sus amigos del norte, quienes terminaron por
embullarlo para que pusiera un bar y por las características del sitio le
apodaron Sloppy Joe (Joe El Sucio o el encharcado).Al ibérico le gustó aquel
apodo y lo empleó.
El
Sloppy Joe's Bar de La Habana tenía poco color local, comentan algunos testigos
de la época de su auge. Recuerdan el olor tan rico del lugar, la limpieza del
local, olor a limón, a frescura.
La estantería enorme..., pero era un sitio
para norteamericanos y los precios eran altos. Era especializado en Sándwich a
un costo de 2.50 pesos -muy alto para ese entonces-.
Esos alimentos se preparaban en largas
flautas de pan con toda una ceremonia, porque los dependientes lo hacían con
arte, colocando las lascas de jamón, queso, los pepinillos y después cortaban
cada porción, por cierto bastante generosas.
Interior actual del bar, aún en preparativos |
También rememoran que era un sitio muy
concurrido por los turistas estadounidenses, pero no de clase baja, pues los
marineros buscaban bares de prostitutas calles más abajo. Allí todo estaba muy limpio, la gente
conversaba animadamente y era un sitio amplio, con muchas mesas y sillas.
Quienes se sentaban en la barra quedaban
frente a la calle, a la cual podían mirar por un cristal nevado, donde tenía
inscrito SLOPPY JOE'S BAR.
El lugar contaba con dos entradas: una por
Zulueta y otra por Ánimas, con puertas de madera fina, torneadas, parecidas a
las de los Saloon o tabernas de las películas del viejo oeste norteamericano.
Su signo más distintivo era que en las
columnas estaban las fotos con
Imagen de la época anterior, tomada de Internet |
firmas
de artistas famosos o celebridades, en tránsito por el lugar: por ejemplo, Ava
Gardner, el boxeador Joe Louis, el cantante Frank Sinatra, Errol Flynn, entre
otros muchos.
Fernando G. Campoamor, periodista e
historiador del ron, ya fallecido, comentó a este periodista que ese fue un bar
de poco disfrute para los verdaderos bebedores de La Habana.
El y su amigo Hemingway compartían la barra
del Floridita, unas cuadras más adelante, en la calle Obispo, también uno de
los renombrados, pero no el Sloppy, por tanto consideró que Hemingway visitó el
de Cayo Hueso, pero no el de La Habana, pese a su fama.
Algunos documentos y estadísticas de los
años 50, cuando al
parecer
eran los dueños Ríos y hermanos (sucesores de Joe), señalan al Sloppy como el
de las más altas ventas de la ciudad, aunque los más concurridos seguían siendo
otros como el propio Floridita.
El Sloppy Joe de La Habana llegó a tener
fama en toda América, una celebridad comparable con el Café Don Pedro Chicote
de la Gran Vía madrileña, según opiniones de críticos de esos tiempos.
El Sloppy, previo a su reapertura |
Después de 1959 se mantuvo abierto, con sus
ventiladores de techo girando, sus fotos y su ambiente, el cual fue feneciendo.
Se sostuvo hasta el año 1982 con más o menos el mismo talante, de acuerdo con
testimonios.
Más tarde perdió los ventiladores de techo,
sustituidos por unos de pie, la barra continuaba funcionando y se servía
cerveza a granel a la manera de lo que popularmente los cubanos llamaron
cerveceras Piloto, porque permanecían buen tiempo abiertas.
Después se cerró quien sabe por qué razón y
empezó a perder su brillo y sus piezas museables hasta quedar en el olvido.
El auge del turismo en los más recientes
años y la renovación de todo el ambiente de recreo capitalino provocaron la
preocupación de la compañía Habaguanex por recuperarlo y devolverlo al panorama
recreativo de la ciudad, con encantos lo más cercanos a sus orígenes, como joya
gastronómica.
rfc/
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