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domingo, 7 de abril de 2013

Ahora sí parece que reabrirá el Sloppy Joe´s Bar de La Habana

Esquina del Sloppy y edificio

Cristales grabados en la actualidad

Esquina del actual Sloppy
Por Roberto F. Campos
Fotos: El Autor, e imágenes antiguas bajadas de Internet



La Habana. Sábado 6 de Abril de 2013. Un bar renombrado de La Habana pudiera tener su segunda historia, el Sloppy Joe's Bar, frecuentado en los años 20 a 50 del pasado siglo, sobre todo por artistas estadounidenses.
   Luego de un fallido intento de reabrirlo en diciembre pasado, ya dan los toque finales para en breve permitir el paso a los turistas, sobre todo muchos viajeros llegados de todo el mundo.
   QuintaEsencia accedió este fin de semana a tomar algunas imágenes de su exterior y parte del interior que pueden interesar a los lectores de este blog.
   Oportunamente, la compañía turística Habaguanex, que atiende la recreación en la zona más antigua de la capital cubana, anunció su próxima reapertura, luego de una remodelación capital; detrás de esta noticia existe toda una leyenda.
   Ubicado en la calle Ánimas esquina a Zulueta, a una cuadra del céntrico Paseo del Prado (hoy Martí), el Bar Sloppy tiene una historia poco común.
   Esa casa de bebidas abrió en 1917 y tiene su especie de par en Cayo Hueso (Estados Unidos), en las calles Greene y Duval. Aunque realmente son muy distintos.
   Fundado en los años 20, según algunos historiadores, aunque otras fuentes lo señalan de 1937, el de Tampa tuvo como dueño original a Joe Rusell, íntimo amigo del escritor estadounidense Ernest Hemingway y quien –se dice- le trajo por primera vez a aguas cubanas en su yate Anita, que empleaba para el contrabando de alcohol.

Un bar entre charcos sucios
  
   Sin embargo, de acuerdo con las fuentes históricas y entendidos, el de La Habana constituye el más interesante a partir de otro Joe, quien en realidad se nombraba José, pues era español.
Postal de la etapa anterior del bar
   Joe vino de España a Cuba en 1904; su nombre verdadero era R. José Abeal. Al llegar a esta Isla trabajó como dependiente por tres años en un bar de las calles Galiano y Zanja, según reza en un folleto publicitario de la época.
   Era un español aventurero, viajante en barco a New Orleans,
Louisiana, después de abandonar su trabajo en La Habana. En los Estados Unidos continuó laborando como barman seis años y vivió en Miami.
   Cuentan que en 1918 regresó a la capital cubana y consiguió
trabajó como cantinero en el café Greasy Spoon (La Fonducha); seis meses más tarde decidió montar su propio negocio.
Puerta principal en la actualidad
   Pero existe una contradicción, pues algunos documentos señalan la apertura del Sloppy en 1917 y, sin embargo, el folleto promocional cuenta la llegada de José a Cuba en 1918... asuntos de leyendas.
   La historia continuó cuando José, ya convertido en Joe por su
estancia norteamericana, compró un supermercado desvencijado en la esquina que ocuparía su bar, pero resulta que el sitio era bien sucio, con encharques de agua.
   Joe operaba el local como un almacén y recibió varias visitas de sus amigos del norte, quienes terminaron por embullarlo para que pusiera un bar y por las características del sitio le apodaron Sloppy Joe (Joe El Sucio o el encharcado).Al ibérico le gustó aquel apodo y lo empleó.
   El Sloppy Joe's Bar de La Habana tenía poco color local, comentan algunos testigos de la época de su auge. Recuerdan el olor tan rico del lugar, la limpieza del local, olor a limón, a frescura.
   La estantería enorme..., pero era un sitio para norteamericanos y los precios eran altos. Era especializado en Sándwich a un costo de 2.50 pesos -muy alto para ese entonces-.
   Esos alimentos se preparaban en largas flautas de pan con toda una ceremonia, porque los dependientes lo hacían con arte, colocando las lascas de jamón, queso, los pepinillos y después cortaban cada porción, por cierto bastante generosas.
Interior actual del bar, aún en preparativos
   También rememoran que era un sitio muy concurrido por los turistas estadounidenses, pero no de clase baja, pues los marineros buscaban bares de prostitutas calles más abajo.  Allí todo estaba muy limpio, la gente conversaba animadamente y era un sitio amplio, con muchas mesas y sillas.
   Quienes se sentaban en la barra quedaban frente a la calle, a la cual podían mirar por un cristal nevado, donde tenía inscrito SLOPPY JOE'S BAR.
   El lugar contaba con dos entradas: una por Zulueta y otra por Ánimas, con puertas de madera fina, torneadas, parecidas a las de los Saloon o tabernas de las películas del viejo oeste norteamericano.
   Su signo más distintivo era que en las columnas estaban las fotos con
Imagen de la época anterior, tomada de Internet
firmas de artistas famosos o celebridades, en tránsito por el lugar: por ejemplo, Ava Gardner, el boxeador Joe Louis, el cantante Frank Sinatra, Errol Flynn, entre otros muchos.
   Fernando G. Campoamor, periodista e historiador del ron, ya fallecido, comentó a este periodista que ese fue un bar de poco disfrute para los verdaderos bebedores de La Habana.
   El y su amigo Hemingway compartían la barra del Floridita, unas cuadras más adelante, en la calle Obispo, también uno de los renombrados, pero no el Sloppy, por tanto consideró que Hemingway visitó el de Cayo Hueso, pero no el de La Habana, pese a su fama.
   Algunos documentos y estadísticas de los años 50, cuando al
parecer eran los dueños Ríos y hermanos (sucesores de Joe), señalan al Sloppy como el de las más altas ventas de la ciudad, aunque los más concurridos seguían siendo otros como el propio Floridita.
   El Sloppy Joe de La Habana llegó a tener fama en toda América, una celebridad comparable con el Café Don Pedro Chicote de la Gran Vía madrileña, según opiniones de críticos de esos tiempos.
El Sloppy, previo a su reapertura
   Después de 1959 se mantuvo abierto, con sus ventiladores de techo girando, sus fotos y su ambiente, el cual fue feneciendo. Se sostuvo hasta el año 1982 con más o menos el mismo talante, de acuerdo con testimonios.
   Más tarde perdió los ventiladores de techo, sustituidos por unos de pie, la barra continuaba funcionando y se servía cerveza a granel a la manera de lo que popularmente los cubanos llamaron cerveceras Piloto, porque permanecían buen tiempo abiertas.
   Después se cerró quien sabe por qué razón y empezó a perder su brillo y sus piezas museables hasta quedar en el olvido.
   El auge del turismo en los más recientes años y la renovación de todo el ambiente de recreo capitalino provocaron la preocupación de la compañía Habaguanex por recuperarlo y devolverlo al panorama recreativo de la ciudad, con encantos lo más cercanos a sus orígenes, como joya gastronómica.
rfc/







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